A partir de la lectura del romance “La santa de las travesías” de Julio Fernández Peláez, la autora analiza cómo distintos aspectos del personaje histórico Martina Chapanay evolucionan hacia lo legendario convirtiéndola de bandolera en protectora y benefactora de la zona de las Lagunas de Guanacache. Esta conversión se observa en tres momentos: el primero, la protagonista aparece como profunda conocedora de la región cuyana, en el segundo se presenta a Martina como bandolera y jefa de un grupo de salteadores y el tercer momento es cuando el pueblo ve en ella la posesión de dones misteriosos que le confieren una autoridad sobrenatural. La historia y las tradiciones se mezclan en la memoria popular para mantener el personaje en la literatura.
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por MARTA MARÍN *
Introducción
Martina Chapanay fue una conocida montonera y bandolera del siglo XIX. En este trabajo intento analizar las condiciones que hacen posible que este personaje histórico se convierta en un ser legendario. Como punto de partida tomo el Romance: “La santa de las Travesías” de Julio Fernández Peláez y completo la investigación con la biografía novelada “Martina, montonera del Zonda” de Mabel Pagano.
Tres períodos importantes de la vida de la protagonista pueden considerarse para justificar la conversión: el primero de ellos se relaciona con su origen y con su infancia, el segundo con su protagonismo durante las guerras internas del país por el federalismo y luego como jefa de grupos de salteadores en los períodos de paz y el último cuando el pueblo la considera como una figura tutelar de la región de Guanacache.
Los orígenes
El romance de Fernández Peláez está divido en ocho episodios que relatan los momentos más importantes de la vida de la protagonista. En el primero se presenta la región de Guanacache. Expresiones por demás valorativas como: “rincón de Mendoza”; “desierto lleno de esteros”; hacen pensar en la soledad del lugar, entre otras dificultades que deben enfrentar sus habitantes. Es una región rodeada de dunas y si bien predomina la sequía, la presencia de agua a través de canales permite el cultivo de trigo, viñedos y olivares. El algarrobo es el representante de la flora del lugar.
Vivieron allí los huarpes, los que sin abandonar del todo sus tradiciones de labradores y artesanos, se adaptaron también a la vida pastoril y fueron excelentes jinetes y vaqueros. Subsistían ya en número muy disminuido entrado el siglo XIX, porque habían soportado, como otros tantos pueblos de origen indígena, los despojos de las tierras y del agua.
Luego de presentar la situación geográfica, en el romance aparecen los personajes. El cacique Juan Chapanay, padre de Martina era un hombre querido y respetado entre su gente y Teodora, su madre, una bella española que había sufrido el encuentro con un malón, mientras iba a buscar a su pareja. Cuando Juan la descubre al pie de un algarrobo, está golpeada, la ayuda, la cuida y lógicamente, se enamoran y se casan. Es con la boda de Juan y Teodora el modo en que termina el episodio.
Cabe destacar que los nombres de los padres de Martina son diferentes según la bibliografía. Hugo Chumbita en su libro: Jinetes rebeldes afirma que era hija de Ambrosio Chapanay y Mercedes González, una mujer blanca sanjuanina. También toma estos nombres Mabel Pagano. Más allá de los nombres, lo cierto es que esta condición de mestiza le permitirá pasar por alto algunas actividades propias de las mujeres y aprender otras propias de los varones como montar, domar potros, cazar o manejar el cuchillo.
En el segundo episodio se relata el nacimiento de Martina a quien se la caracteriza como una heroína. Dice la estrofa que se refiere a ella:
De naturaleza ardiente,
libre, varonil, vivaz.
Era un potro montaraz;
fue la salvaje simiente
de una alma pura y valiente
como una gloria nacida
para no ser abatida
como aliento que brota
en una eclosión de vida. (1)
DE AQUELLA PAMPA REMOTA
Los rasgos de su personalidad quedan determinados en esta estrofa. Su destino marcaba que no podría ser una cobarde porque había nacido dueña de las características suficientes para pelear con fuerza y coraje por sus ideales.
Su instrucción intelectual se halló reducida al mínimo. Según Mabel Pagano este aporte lo hizo un inglés, capitán de la Armada Británica que había participado de las invasiones inglesas de 1806. Llegó a Guanacache muy malherido. Ambrosio Chapanay lo albergó y la curandera lo cuidó hasta que se mejoró. A partir de este momento comenzó una relación con Martina, seguramente atraído por la viveza de la niña. Le contaba cosas del momento del desembarco, le hablaba de ciudades europeas, de cómo cayó prisionero y de cómo logró escapar. Él le inculcó que para ser libre no debía ser ignorante así que era necesario que aprendiera a leer y a escribir. Le enseñó las letras pero el aprendizaje más importante que le dejó y que marcaría el espíritu de Martina fue el valor de los sueños. La imagen que el gringo le dio fue la que la acompañaría a lo largo de su vida:
“tener un sueño es como poseer el caballo que siempre deseaste, Martina, el mejor de todos y del mismo modo que al caballo, hay que montarlos y nunca bajarse de ellos.” (2)
Quedó huérfana de madre siendo ella pequeña y su padre que no pudo soportar aquella pérdida murió también al poco tiempo. Al parecer la soledad y su sueño de libertad la impulsaron a abandonar su pueblo. Según el romance, y estamos aquí ya en el tercer episodio, fue un jefe de salteadores, llamado Cruz Cuero el que la requirió en amores y Martina se marchó con él. Permanecieron juntos hasta el día que asaltaron y asesinaron sin necesidad a un viajero. Éste era un hombre rubio, de ojos azules que al parecer le habían recordado los ojos de su madre. Cuero, preso de celos, la obligó a matarlo y ante la negativa de ella la golpeó y mató al joven. Allí decidió alejarse de él. Este hecho tiene una versión interesante en el libro de Mabel Pagano. Según esta autora y otros testimonios históricos, Martina abandonó a sus padres para seguir a un criollo que había llegado a San Juan con la intención de reclutar hombres, gauchos e indios, para participar en el ejército de Facundo Quiroga. Se enamoraron y se casaron. A partir de este momento comenzó su participación en las luchas del país al lado de su esposo.
Siguiendo con la versión del Romance, en el cuarto episodio se cuenta que los vecinos de Guanacache no le perdonaron a Martina la huida con Cruz Cuero y su participación en bandas de salteadores. Así que cuando volvió después de plantar dos cruces en el rancho de sus padres, le exigieron que se marchara de allí. Según esta versión de la historia, en este momento se unió al ejército de Quiroga como soldadera.
Los siguientes episodios se relacionan con su actuar histórico y su transformación en ser legendario.
Lo histórico
El romance no habla de su accionar en el ejército sino de la fama que alcanzó al participar con Quiroga y Peñaloza y a partir de esto cómo ayudó a los necesitados. Sin embargo hay episodios históricos que merecen mencionarse y que serán importantes para el futuro de la protagonista porque marcarán su rumbo.
El compañero de Martina Chapanay murió en la batalla de la Ciudadela de Tucumán, en 1831 y desde este momento, su participación en las batallas ya no fue la misma. Actuó como espía para conocer el movimiento de los ejércitos contrarios. No existían ni oídos ni ojos mejores que los suyos para estos encargos. Pero al morir Quiroga toda su gente quedó dispersada y ella decidió volver al Valle del Zonda. Al llegar sólo encontró las ruinas de su comunidad. Sumida en una profunda soledad y con el alma llena de cicatrices, desilusionada por la inutilidad de la guerra, fue aquí cuando decidió ser salteadora de caminos. Decidió robar para sobrevivir, y en muchas ocasiones repartía entre los más pobres el botín. El surgimiento de los grupos de bandoleros tiene relación con una situación social, porque al parecer era la única actividad que podían realizar quienes habían participado en la guerra. Hugo Chumbita explica que los gauchos y los mestizos se habían convertido en el siglo XIX en un grupo social peligroso cuyas actividades se circunscriben en el marco del bandolerismo. Esta gente fue un factor decisivo para formar las milicias montoneras. Se encolumnaron detrás de los caudillos y detrás de un sueño: conseguir tierras para establecerse y trabajar. Una propuesta de Artigas fundaba un nuevo sistema para distribuir las tierras disponibles a los paisanos pobres. Aunque esta pareció ser la primera intención, lo cierto fue que un gran número de montoneros sobrevivientes quedaron fuera del reparto. Se sintieron usados y luego apartados, habían perdido la costumbre de trabajar a causa de las campañas, empobrecidos y abandonados a su suerte por el gobierno, la opción era el bandidaje. Este fue el itinerario seguido por Martina. Sorprendida cuando supo que Facundo Quiroga participaría de la Campaña del Desierto, algo más profundo que las ansias de libertad se movió en su alma. Sintió el dolor de la traición, la amargura por la pérdida de los suyos. Así fue que a veces sola o acompañada de algunos hombres cometió diversos robos pero respetando siempre leyes preestablecidas: no matar y robar a los más ricos. Tuvo como costumbre ayudar a los productores, a arrieros o a viajantes que habían perdido reses o caballos y que se ocultaban en parajes a los que solo ella podría llegar. Ahora más que nunca fueron importantes todos los conocimientos de la infancia, ellos le permitieron escapar de las autoridades y de otros salteadores.
Mientras llevaba esta vida supo que el Chacho Peñaloza se preparaba en el noroeste para pelear contra el gobierno central. Partió entonces para La Rioja y allí conoció el plan del caudillo que era atacar al gobierno sanjuanino y hostigar a los nacionales dondequiera que estuvieran, para que el centralismo porteño no pasara por encima de las provincias. Sintió que al lado de este hombre tenía otra vez motivos para luchar. Participó en distintos enfrentamientos hasta que el Chacho murió en manos de Irrazábal en Olta. Después de este hecho ya no volvería a las batallas así que se instaló en Mogna.
Mientras estaba allí, la mandó a llamar el general Arredondo, quien conocía la fama de Martina. Asistió al encuentro con el nuevo gobernador de La Rioja. Éste le ofreció el indulto y el grado de sargento mayor del ejército a cambio del reconocimiento del gobierno nacional. El acuerdo no la favorecía solamente a ella sino también a montoneros que vagabundeaban por los desiertos, así que lo aceptó.
En esos días Arredondo ofreció un baile en su casa al que Martina estuvo invitada. Muchos de los que estaban en la fiesta la conocían de los tiempos de luchas con Quiroga, Benavidez o Peñaloza. En un determinado momento, el dueño de casa la invitó a acercarse a los asadores y allí se encontró con Irrazábal. Resurgió el odio por la muerte del Chacho. Lo retó a duelo, pero éste nunca se llevaría a cabo porque el mayor sufrió un ataque de nervios al momento de enfrentarla.
Martina siguió su vida en Mogna curando las enfermedades de las personas o de los animales, realizando rastreos, ayudando a viajeros. En la última etapa de su vida deja en el olvido sus hábitos de salteadora y resurge en su memoria lo aprendido entre su gente y lo valioso que le enseñara el gringo de su niñez.
El romance de Peláez, en el episodio número seis, destaca el valor y el coraje de la protagonista durante los combates y menciona cómo su nombre empezó a ganar fama, el modo en que cambió de vida para redimir su pasado y de la necesidad de volver a Guanacache, que es en definitiva volver a sus orígenes. El romance toma esta variante porque necesita justificar el reconocimiento como heroína por parte de un pueblo que la había expulsado. Conocedores del accionar de la protagonista, los pobladores de las Lagunas, la reciben entusiasmados y asombrados. Según el séptimo episodio del romance, después del recibimiento la proclaman cacique por sus hazañas y terminó su vida, allí rodeada del amor de su gente. Le dieron el nombre de santa de las travesías porque los paisanos sintieron siempre su protección.
En el último episodio, Santos Guayama es el narrador de las desgracias que ha sufrido Guanacache, del agotamiento de las lagunas, de los trigales y expresa el reclamo a los gobernantes que solamente los recuerdan en época de elecciones y luego los echan al olvido. Desconfiado de la ayuda oficial, las palabras de Guayama se revisten de nostalgia para afirmar que si ella estuviera, la miseria del lugar no habría llegado a ese punto. Su voz resuena para destacar la figura de Martina Chapanay, su heroísmo, el amor por su tierra y por su gente, un amor que no le ha permitido nunca abandonar las lagunas. La visión de una luz, como un resplandor lejano en el camino hace pensar a los laguneros que es ella, la que se va en busca de ayuda a la tierra mendocina y ahí el deseo se manifiesta en los versos:
Y ojalá llegue triunfante
a la ciudad legendaria
que escuchando su plegaria
a su paso se adelante
y en las lagunas levante
como orgullo nacional:
¡ una Escuela, un Hospital,
una Estatua a la Heroína,
y la Bandera Argentina
flameando sobre el trigal.” (3)
Lo legendario
La vida de Martina Chapanay parece que estuvo signada desde el principio por lo misterioso. Cuenta Mabel Pagano que el día del nacimiento apareció en la casa materna, Mariana, una figura que se había transformado en una leyenda del lugar. La mujer advirtió a Ambrosio Chapanay sobre el futuro de su hija: sería la última de la estirpe, no debería oponerse a su naturaleza y su nombre quedaría grabado en la memoria de su pueblo. Las predicciones de esta mujer se cumplirían indefectiblemente con el pasar del tiempo.
Sin lugar a dudas el nombre de Martina Chapanay quedó grabado en la memoria popular. En su vida abundan los hechos para ser contados de padres a hijos y lo suficientemente valiosos como para que la región la considere ángel tutelar. Desde muy pequeña, tuvo finos presentimientos acerca de lo que habría de suceder, entre ellos la muerte, sobretodo cuando se relacionaba con la gente querida para ella. Mientras crecía su fama como montonera y luego como bandolera por sus dones naturales, también sus cualidades humanitarias colaboraron para que alcanzara el lugar en el recuerdo popular. Algunos ejemplos de ellos son la ayuda que prestó a unitarios para que cruzaran el río y así no ser capturados, o cuando impidió que se matara por la espalda a dos soldados que habían ido en ayuda del general Acha. El solo hecho de mencionar su nombre era suficiente para poner nervioso a más de uno. Es lo que le pasó al mayor Irrazábal cuando no pudo enfrentarla en el duelo. Su nombre se asociaba a la adivinación y al posesión de poderes sobrenaturales. Durante la guerra le había advertido a Severo Chumbita que mientras él defendía lo de todos al volver a su estancia no encontraría lo propio. Después de un tiempo se encontraron y Severo aseguró que ciertamente era una adivina, habían saqueado su hacienda tal como ella lo predijo.
Otra vez su condición de mestiza la favorecía. La sensibilidad, heredada de su madre, el amor por su tierra y por su gente junto a la posibilidad de ayudar a otros, sumados los conocimientos de costumbres y tradiciones, herencia de su padre, y soñar, el mandato que le diera el gringo de la infancia hicieron de ella la mujer fuera de lo común y que ganara la admiración de su pueblo.
Hugo Chumbita destaca en su libro que la figura de Martina Chapanay no reviste de carácter milagrosa porque no murió víctima de la autoridad. Sin embargo el fenómeno de canonización la rescata del olvido, como si la creencia de su tutela jugara un papel compensatorio.
Conclusión
En todas las sociedades se necesitan imágenes de seres más fuertes y poderosos que rescaten a los oprimidos de las injusticias. Algunas sociedades han tenido patriotas, otras santos, la región de Guanacache tuvo a Martina Chapanay, la conocida benefactora de humildes y viajeros. Quizás pueda justificarse históricamente las rebeldías individuales como modos de lograr la dignidad humana. Y seguramente podrá decirse que la realidad también puede transformarse por otras vías. La rebeldía de Martina Chapanay se irguió contra las injusticias que sufrió su pueblo, su gente, gente que le reconoció el amor por su patria chica, su valentía y su defensa de la libertad. Su fuerza no hubiera permitido la sequía de las lagunas, ni las pérdidas de los flamencos. Hoy se la sigue necesitando para luchar, con sus hazañas, con su bravura. Mientras perviva su recuerdo, será el modo de evitar indefectiblemente la pérdida.
Referencias (1) Op cit. p. 16 (2)Mabel Pagano. Martina , montonera del Zonda. Barcelona, Vergara, 2000. p. 32 (3) Op cit. p. 16
Bibliografía CHUMBITA, Hugo. Historia del bandorelismo social en la Argentina. Buenos Aires, Vergara, 2000 303 p ESTRADA, Marcos de. "Martina Chapanay, realidad y mito". Buenos Aires, Imprenta Varese, 1962 Apuntes sobre el gaucho argentino. Buenos Aires Ediciones Culturales Argentinas, 1981 QUIROGA, Pedro. "Martina Chapanay, leyenda histórica americana". Buenos Aires 1865 ECHAGÜE, Pedro. “La Chapanay”. En Dos novelas regionales OZAN, Urbano. “La Chapanay”. En "Estampas de Mendoza que se fue". RJEHM 2º época, año I, nº 1, 1961 (sigue la versión de Echagüe sin citar la fuente) SOSA de NEWTON, Lily. "Diccionario biográfico de Mujeres Argentinas". Buenos Aires, Plus Ultra, 1980
Publicado en "Revista Piedra y Canto", cuadernos del Centro de Estudios de Literatura de Mendoza Nº 7-8, 2001-2002, Mendoza, Facultad de Filosofía y Letras, pp. 125-136
Imagen de portada: Martina Chapanay de Cristian Mallea
* MARTA MARÍN: Licenciada en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras (UNCuyo). Ayudante de investigación del Centro de Estudios de Literatura de Mendoza (CELIM). Profesora Titular de Literatura Argentina III y Problemas de la teoría literaria en el Instituto de Formación Docente 42PT Santa María Goretti. Cursó la Maestría de Literatura Argentina Contemporánea. Ha presentado la tesis referida a la relación epistolar entre Jorge Ramponi y Bernardo Canal Feijóo. Ha publicado numerosos artículos sobre autores mendocinos en revistas especializadas.
Nota del Editor:
DOS HOMENAJES
El autor y compositor mendocino Hilario Cuadros (1902-1956) evoca la historia de esta mujer cuyana eligiendo el ritmo de cueca y respetando la forma que la interpretan los habitantes de las lagunas de Guanacache, pueblo al que perteneció la Chapanay. Se populariza como cueca «guanacacheña” o “lagunera” y el primer registro que se conoce corresponde al autor. Fue grabado el 14 de Abril de 1939 para el sello Odeón por “Los Trovadores de Cuyo”, cantan Luciano Senra con Hilario Cuadros acompañados por los guitarristas Benjamín Miranda, José Herrero y José María de Hoyos. El tema fue inscripto en la Sociedad de Autores y Compositores el 6 de Junio de 1940 con el título “La Martina Chapanay”.
“LA MARTINA CHAPANAY” – (Cueca guanacacheña)
(Recitado)
En mil ochocientos once nació una linda cuyana entre cedrones, tomillos, toronjiles y pichana, adornaban la laguna pájaro bobo, retama, y otros yuyos bendecidos que purifican el alma. Según nos cuenta Guayama que Guanacache fué el nido donde nació la cuyana de tan lindo apelativo. Era su nombre Martina y Chapanay su apellido.
¡Y para el huarpe aparcero… va este cuecón lagunero!
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(Canto)
Lagunera fué, sí señor,
hija del cacique Juan Chapanay,
y de la Teodora la que el huarpe añora
en el alma nuestra debe perdurar.
Lagunera fué, sí señor,
heroína fuerte cual ñandubay,
varonil de un alma que busca la palma
así fue la hija de Juan Chapanay.
Fué Martina Chapanay
la nobleza del lugar,
cuyanita buena de cara morena
valiente y serena no te han de olvidar.
Y Guayama es, sí señor,
lagunero puro nativo y leal,
siente un gran anhelo por su patrio suelo
como sus abuelos lo quiere cuidar.
Yo quisiera estar, sí señor,
allá en Guanacache y así rezar
pídole a la Virgen por los laguneros
que claman al cielo su felicidad.
Otro tema inspirado en Martina Chapanay fue compuesto, setenta y cinco años más tarde que el anterior, por el cantautor Gustavo Maturano (1963-). Nace a partir del rescate que realiza Hugo Chumbita en su libro «Jinetes Rebeldes” – Historia del bandolerismo social en la Argentina. Esta publicación también promueve el film “La Opereta de los Bandoleros”, que musicaliza el propio Maturano en el año 2015. La obra, a la que tituló “Martina Chapanay”, mantiene los elementos históricos pero está estructurada musicalmente con una concepción rítmica y sonora que incluyen en su interpretación instrumentos no tradicionales como la guitarra eléctrica. El tema musical forma parte del espectáculo «Acordes a la Historia», compuesto en el año 2014 y que el músico presenta en vivo con la participación del historiador Hugo Chumbita.
MARTINA CHAPANAY – (Canción)
(Recitado)
Dicen por allí que suele andar a caballo
soltando infierno entre las chuzas.
Dicen las viejas en coplas antiguas,
a eso de la oración
que anda por esos parajes gritando
¡Mueran los salvajes unitarios,
viva la santa federación!
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(Canto)
La bocanada de arena
entre el chañar y el espino
vomita el mismo arenal
el desierto sanjuanino.
Hija de un caudillo huarpe
y de una cautiva blanca
se metió a las montoneras
en Angaco mostró sus agallas.
En Mogna dice una cruz
en palo de aguaribay
la montonera del Zonda
la Martina Chapanay.
En los llanos con Quiroga
con Nazario Benavidez
peleó junto a Peñaloza
al lado de los humildes
Cuentan las viejas por hai
en noches de luna llena
enfureciendo a sus diablos
cabalga la montonera.