La Melesca

TRENZANDO UNA PASIÓN

Todos los 19 de marzo, en homenaje a José, el padre de Jesús, carpintero, se conmemora el Día del Artesano. En esta nota nos referimos a un oficio en extinción: el soguero. Una semblanza del joven y talentoso soguero mendocino Juan Manuel Muñiz.

 

por NICOLÁS SOSA BACCARELLI *

 

Tiene las manos ásperas y el gesto adusto, y la vista clavada en la lezna punzante que atraviesa el cuero. Tiene un silencio de pampa atardecida que contagia al visitante y lo sumerge en un mundo de monturas olorosas y tientos engrasados. Las herramientas llenan cajones y paredes, cuelgan sobre el techo, florecen desde el suelo. Ofrece una silla petisa y un mate amargo. Juan Manuel es su nombre, y al decirlo ya verdea un pedacito de historia con estancias viejas y yeguarizos sin horizonte. Juan Manuel… como el otro, como el odiado y amado Juan Manuel.

Sobre un cenicero improvisado humea un cigarrillo mientras empuña el mate vacío que cruje en su boca como un bicho. Su mirada se pierde en los recovecos de su taller, como un potro en la llanura, sin límites, sin tiempo… Porque así es este oficio. Tiento por tiento se pasan, se tejen, se acompañan, con una paciencia que es casi devoción. No es un oficio para cualquiera, es un arte minúsculo que exige todo el tiempo del mundo.

 

TIENTO AL TIENTO

Dio sus primeros pasos “en la soga” siendo un chico, tal vez para reparar alguna pieza de su montado. Primero fue la necesidad de salir del paso en algún percance en el campo. Luego su ambición de niño quiso saber más. Aprendió observando, como suelen ser estas cosas. Mirando a otros con el silencio humilde y sabio del que no sabe, pero sabe cómo aprender. Más tarde se le animó a una costura, luego vino un pasador, una bomba, un botón revestido que emprendía intuitivamente e incrementaba poco a poco la cantidad de tientos a tejer. Y ya asomaron por su escritorio los primeros libros de los maestros sogueros. Con apenas quince años se entregaba a largas noches de lectura y trabajo, siempre tratando de lograr cosas mejores.

Conseguir materia prima de calidad es el primer desafío; lograr que ésta sea dócil es el segundo. Por tratamiento químico o por “maceteo” (dobleces y golpes) el cuero se ablanda y muestra sus bondades. Los hay duros y más blandos, finos y más resistentes, dependiendo del animal y de la parte de éste de donde se ha extraído.

El oficio tiene momentos disímiles. A veces se lo ve al soguero extrayendo tientos de idéntico ancho, manipulando con firmeza una lonja extensa y dura, o estaqueando cueros para ofrecerlos al calor y al rocío. Pero también se lo ve ensimismado, tejiendo con dedicación, sin más que una lámpara pequeña reinando sobre la oscuridad de la noche.

Hay cabezadas, juegos de riendas, bozales, cinchas, lazos, rebenques, cabos de cuchillos, entre las piezas del ajuar criollo de caballo y jinete que Juan Manuel prepara con esmero y talento.

Su taller es pequeño pero tiene todo lo necesario. Estufa y pellones para el invierno, una pequeña radio, leznas de todo tipo y tamaño, cuchillos, argollas para todos los gustos y parvas de lonjas que esperan en la oscuridad de los rincones, tener forma y con ella, vida. Sobre algunos estantes hay piezas hechas, y hay lápiz y papel para anotar lo que el cliente quiere. Otros domadores, amigos o simplemente aficionados al mundo ecuestre, le hacen sus pedidos, valorando la calidad de sus trabajos.

ENTRE LIBROS Y TRENZAS

De pocas palabras, apenas distrae la mirada del tejido y revela algunas preferencias. Profesa admiración y respeto por las culturas de los pueblos originarios de América, su trato con el animal, sus artes. Cultiva un delicado gusto por el arte argentino de siglo XIX de donde obtiene algunas ideas y rescata para su taller, vestimentas, colores y costumbres casi olvidadas. Observa a Rugendas y a Blanes y se entusiasma con las precisiones de Eleodoro Marenco. Hojeando un libro se detiene en una lámina: nos señala “El Gaucho Federal” de Monvoisin, con evidente emoción.

Su familia desciende directamente del Dr. Francisco Javier Muñiz (con cuyo nombre se ha designado un hospital porteño), renombrado médico y paleontólogo, considerado el primer naturalista argentino. Su antepasado, inmerso en un contexto ideológico europeizante y signado por la visión sarmientista de nuestra cultura, sostenía ácidas críticas sobre el hombre de campo que poblaba nuestros montes, selvas y praderas. Ese mismo arquetipo de hombre que ilumina el trabajo y la vida de Juan Manuel. Varias generaciones después, la genealogía de la familia prodigó este otro rumbo, esta sorpresa.

Al terminar el colegio, ingresó a la universidad y se graduó de ingeniero agrónomo. Sin embargo, su formación académica no enfrió sus tempranas pasiones.

Como domador y hombre de ciencia, conoce al caballo por dentro y por fuera. Así puede explayarse sobre su fisiología, pero también sobre el enorme corazón de este animal que es desde tiempos remotos, la otra mitad del hombre.

Así anda Juan Manuel Muñiz por nuestros pagos, con el chambergo empinado y a un galopito legüero, con su oficio que desafía al tiempo, tejiendo y destejiendo, apasionadamente una vida.


nicososabyn

* NICOLAS SOSA BACCARELLI: Periodista y abogado. Columnista y colaborador de medios gráficos de Argentina y México, entre ellos, el suplemento Cultura de Diario "Los Andes" de Mendoza. Es uno de los fundadores y director del archivo digital “La Melesca”, historias de Cuyo.

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